[caption id="attachment_3113" align="alignnone" width="300"] Trump hace temblar los cimientos de Basilea[/caption] Las reformas anunciadas por el nuevo presidente de Estados Unidos para desmantelar la legislación desarrollada por Barack Obama en Wall Street han puesto en cuarentena el proceso de ajuste de la banca europea y amenazan con provocar una involución del marco regulatorio adoptado a raíz de la última y gran crisis financiera. El terremoto que se avecina tiene, a día de hoy, su epicentro en la anunciada derogación de la Ley Dodd-Frank aprobada en 2010 y, a través de la cual Obama estableció entonces una legislación mucho más restrictiva con el fin de proteger a los consumidores, fortalecer las entidades de crédito y controlar los riesgos en el sistema bancario a nivel federal. Hecho y dicho, porque el nuevo secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, no ha tardado en criticar los efectos provocados por la mencionada Ley Dodd-Frank, que en su opinión resulta demasiado complicada, lo que ha obstaculizado la evolución del crédito bancario en Estados Unidos. Toda una declaración de intenciones que no induce buenos augurios sobre el desarrollo de la normativa en cuestión. En Europa, los vientos de cambio procedentes del otro lado del Atlántico están generando un verdadero huracán de preocupaciones a nivel regulatorio, que hacen temblar los cimientos de Basilea y su célebre comité de supervisión financiera. De momento, y antes de que se confirmen los temores, el sanedrín de reguladores que se reúne en la ciudad suiza ha decidido retrasar a marzo su cónclave previsto para este mes de enero, con el fin de no precipitar ninguna decisión que luego deba ser revocada a instancias de Estados Unidos. La posibilidad de que Trump desentierre la política económica de la etapa de Ronald Reagan ha dejado de ser una quimera y, en estos momentos, nadie se atreve a descartar una política de desregulación a ultranza que socavaría toda la estrategia mundial de supervisión bancaria desplegada estos últimos años. El Banco Central Europeo es consciente del cambio de marcha y sentido que deberá adoptar, a poco que la nueva Administración de Estados Unidos se ponga a regatear en corto sobre los actuales mecanismos de control y vigilancia financiera. La presión inducida desde Estados Unidos se junta además con la más directa y permanente del Brexit, que tiene también un efecto perverso para el sistema bancario europeo. Las ayudas fiscales y demás prebendas normativas van a constituir moneda de uso corriente en el mercado bancario del Reino Unido, lo que obliga también a las autoridades europeas a cambiar el paso sino quieren quedar rezagadas de la senda del crecimiento económico y atracción de inversión extranjera. La mayor amenaza que se le plantea a la banca continental, y por tanto española, todavía en fase de rehabilitación facultativa, reside en la desventaja competitiva de un exceso de regulación. En este sentido, los altos niveles de solvencia exigidos por las autoridades europeas deberían ser revisados para no provocar la paralización efectiva de actividad antes de que la política monetaria a tipos cero termine por arruinar cualquier perspectiva de negocio futuro en la U.E y en sus socios miembros. Con este panorama de clara incertidumbre, los legisladores de Basilea y Fráncfort han preferido abrir un compás de espera que puede ser premonitorio de trascendentes cambios en el mercado financiero europeo, al ritmo de lo que se vislumbra como la gran contrarreforma del sistema financiero global.